miércoles, 11 de marzo de 2015

Psicópata del metro

Mi odio por la gente comenzó cuando estudiaba en el colegio y vestía esas chaquetas azules peludas en la dictadura de Pinochet.

En el colegio me odiaban y me enseñaron, yo no siento culpa, ahora soy tan solo un artefacto.

No voy a poner la cara, tengo capucha de lana, escupiré  al cielo y gritare lo inmundo que es el mundo.

Invocaré algún animal tótem para que les cuente como son destruidos en las carreteras sin que nadie se dé cuenta,  son los vehículos,  son las maquinas y los hombres, los transportadores de la grasa activa y del fuego humeante de la fricción, los pedazos de vida esparcidos en los vectores y los trozos de caucho regados en la zanja.

Quiero ver los autos amontonados y con sus amos muertos dentro y la calle vacía, eso quiero, que ya no hallan personas y caminar solo por las ciudades abandonadas y no tener que trabajar más, ni recibir monedas mugrientas a cambio de nada, no quiero que lloren, ni que usen la cabeza, ni que me entiendan, no quiero dejar nada, solo quiero que se mueran todos y morir yo también, no me importa nada más,  porque he estado solo de antes, de mucho antes.


Salgo a la calle, de verdad creo en el aciago, voy a comenzar mi venganza, es aleatoria como el caos, a cualquiera le puede tocar: Ahí va uno, veo a un chico feliz caminando, universitario probablemente, no me ha hecho nada, nuestras miradas se cruzan,  saco el fierro que tengo escondido, veo el terror en sus ojos, me agrada,  hago un amague, el joven se cubre la cara, golpeo abajo y le quiebro una pierna de un solo garrotazo, chilla como un bebé, pide ayuda, pide a su dios que lo salve, los dioses suelen ser crueles, no hay nadie cerca, he cruzado el punto de retorno, alimento mi furia y le doy con el fierro en los brazos, más huesos rotos, más gritos, ahora ruega, implora mi compasión, lo sigo rompiendo en pedazos, sigue implorando pero con menos voz, no me importa, le reviento la cabeza y mientras lo hago veo el comienzo de su muerte, le digo: ya no me queda una pisca de compasión, contempla lo frágil que eres.

 ¿No lo ves?

¿No ves como estamos bailando?

La soledad se extingue como la vida del muchacho, la gente comienza a emerger del vacío, la gente me está mirando con miedo acusador, y yo grito, grito como un enfermo terminal, les digo que estoy atrapado y que ellos también y que nadie se da cuenta, les digo que intenten matarme si quieren, que llamen a los milicos o a los sacerdotes o a los loqueros o a los científicos, les explico que todos tenían derecho a detenerme, pero son tan solo unos zorrones amedrentados que se les descalabra el cerebro cuando ven de cerca la rabia, si, esta es la golpiza, la gran golpiza, la gran cagada, y no voy a parar hasta que me maten.

Corro, voy hacia otra calle, con otros rostros, otros vulnerables. Veo acercase una abuela, salto al abismo, la pateo en el pecho, cae y llora de forma inmediata, cuando la veo jodida y en el suelo, le digo: No le parece que ya ha vivido demasiado señora, ahora por estúpida será alimento para los gusanos y voy a producir fertilizante con su cuerpo rancio, y no crea que la pudrición es algo nuevo, porque su cuerpo siempre estuvo añejo, desde que era una niña, con su cabecita tonta llena de ilusiones, se creía reina, apuesto a que sí, como todas, son las crianzas del mierdecilla machista de su padre y la mugrosa mujer cristiana de su madre. Así qué ahora, en el limbo del purgatorio debe pagar sus pecados, ahora mismo, en el principio interminable del castigo, dese cuenta, está en el infierno señora y no se va a librar a menos que caiga la luna.

Patada, grito, patada, grito, muere, muere vieja culiá, y la golpeo hasta que sale volando su quijada y emite un grito espantoso, un bramido tan triste que si me quedara una pisca de piedad me haría desistir.

Matanza, golpiza, ¿tienes miedo?

Voy en el metro, la escopeta está cargada, todos dan lo mismo, esto es azar, los miro con pena, su forma tan robótica de vivir, quiero que se mueran, disparo,
caen, sangran, corren, tienen miedo, ruegan a sus dioses, como dije antes, ellos son crueles y no salvan a nadie.

Tengo un hacha en mis manos y una puerta cerrada en frente, tengo la muerte, tengo los recuerdos y las mutilaciones, tengo la velocidad y la furia, la fuerza y el peso, mi arma y mi conciencia.

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