Y Puercoespín le dice a Paloma: supongo que
debes aprovechar siempre los instantes de gracia. Paloma reflexiona, se empina
un vaso de alcohol y le dice que no, que no sabe de gracias ni de dones, y le
pregunta si acaso alguna vez ha visto un eclipse, Puercoespín niega con la
cabeza, entonces no sabes nada, le dice Paloma con violencia: un eclipse es un
retruécano, es la creación velada, dormida bajo la sombra de las alas negras de
un dios viejo y cansado, una visión exaltada por la imagen contraria del espejo
y ridiculizada por la visión estrecha de un filósofo o de un poeta. Son
palabras fuertes, farfulló Puercoespín, para venir de una portadora de paz, qué
paz ni que ocho cuartos, respondió Paloma: la verdad es que solamente me fijo
en las historias, en las pequeñas y monstruosas historias que tienen escondidas
las personas, vuelo de un lado a otro y las observo, creen que soy un miserable
animal desesperado por comida, me lanzan migas de pan y yo las como, ellos son
felices, creen que soy inocente, yo los miro, escucho lo que hablan, los veo
darse besos y a veces los veo follar: sí, creen que no entiendo la idea de
follar, su ignorancia me provoca risa, por follar piensan, crean, pelean, se
matan, corren, lloran y escriben y beben, así como estamos bebiendo nosotros
ahora, pero no te molestes Puercoespín, nosotros no podemos follar, no podría
tolerar tus pinchos. Los humanos no tienen idea de nada, a veces me quiero
morir, ¿entiendes Puercoespín?, supongo que no. Puercoespín no habla pues da la
impresión de tener miedo de las palabras de Paloma. Paloma se extiende y
también extiende sus alas: anoche soñé que moría, era uno de esos sueños
reales, ésos que son muy nítidos y no son borrosos en los contornos, ¿entiendes
Puercoespín?, supongo que sí, todos los seres vivos soñamos. Yo estaba en una
calle, en el octavo piso de un departamento, miraba por una ventana, había una
anciana que estaba sola y tejía un mantel, supongo que no tienes idea qué
mierda es un mantel, pues sí, tengo idea, irrumpió Puercoespín enfadado: cuando
era niño mi madre una vez nos trajo varios trozos de carne de vaca y de pollo
envueltos en un género de colores, fue la comida más rica de mi niñez y ella
nos dijo que ese género de colores era usado por los humanos para cubrir las
superficies donde se alimentaban y era llamado mantel, ese mantel fue mi
primera frazada. Paloma se sintió
avergonzada por juzgar tan ligeramente el conocimiento de Puercoespín y después
de un batir de alas se disculpó y siguió relatando su sueño: la anciana tejía y
tarareaba una melodía que cantaba un tipo de la televisión, estaba muy concentrada
en su trabajo y en su canto, pero en algún momento su vista se posaba en mí, y
me regalaba una sonrisa, después se levantaba del sillón y caminaba lentamente hacia
el refrigerador de donde sacaba un trozo de queso blanco, qué delicia, dijo
Puercoespín, la anciana se acercaba a la ventana y lo dejaba en el borde,
seguía sonriendo, todo era perfecto, pero yo, estúpida, cuando mi pico hacía
contacto con el primer bocado, el placer era tan grande que me apartaba
abruptamente del queso y lo pasaba a llevar con una de mis alas, haciéndolo
caer por la ventana, rebotando sobre un
auto estacionado y quedando en medio de la calle donde pasaban muchos autos
más. Sin pensarlo dos veces, me lanzaba en su búsqueda y un camión me impactaba
en la cabeza, después pasaba sus ruedas sobre mí, y el alma se me salía del
cuerpo y como cuentan algunos humanos: me elevaba sin necesidad de batir mis
alas y podía contemplar los autos terminando de comprimir la carne, estuve una eternidad
mirando el tapiz de plumas, tripas y huesos en que me había transformado hasta
que apareció un hombre en bicicleta, ¿te gustan las bicicletas?, sí, dijo
Puercoespín esbozando una sonrisa. Paloma también sonrió: el tipo me veía,
bueno, veía mi cuerpo aplastado, frenaba y dejaba su bicicleta a un lado,
buscaba algo, algo así como un trozo de madera, esperaba que el semáforo diera
luz roja y se arrojaba en medio de la calle para comenzar a rasparme de forma
frenética, hasta que despegaba una de mis alas y con un poco de asco en su
rostro la tomaba y me desprendía del suelo, luego corría hacia un árbol cercano
y ponía mi cuerpo bajo su sombra, después me arrancaba una pluma sangrienta y
se marchaba, yo sentía que comenzaba a ser absorbida por el árbol y que subía
desde la raíz hasta la copa y, una vez allí, me daba cuenta que yo era Dios y
que Dios era paloma o puercoespín, o quizás la paloma era el hombre de la
bicicleta, o el hombre de la bicicleta era un dios puercoespín queriendo ser
paloma, en ese momento del sueño yo me daba cuenta de que todos éramos lo mismo
y me sentía en paz: por eso me dan ganas de morir, le dijo Paloma con la voz un
poco quebrada, porque quiero subir el árbol y ser todo a la vez, y después bajar para volver a ser un grano de
arena. Tienes razón, dijo Puercoespín, los Humanos no tienen idea de nada. Al
menos deberíamos intentar follar.
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